11 de agosto de 2012

Redescubriendo los Pirineos (Segunda Parte)


Tras un primer día agotador, intentamos ir a la cama cuanto antes para recuperar fuerzas, y  aunque nos costó despertarnos, en seguida nos pusimos en marcha. La lluvia había dejado el suelo mojado pero parecía que iba a aguantar; así que a ponerse el traje de licra, desayuno de campeones, recoger maletas y justo cuando estamos todos montados en el coche nos damos cuenta de que el vehículo automotor no enciende… otro que se ha quedado sin batería!

Afortunadamente íbamos en dos coches, así que no tuvimos problemas en pasar corriente de uno a otro sin mucho retraso. En seguida nos alcanzaron Carlota y Pablo, al que teníamos muchísimas ganas de conocer,  y salimos rodando rumbo a Ainsa para comenzar uno de los recorridos de la Zona Cero (http://www.bttpirineo.com/), específicamente el 7 por la zona de Bajo Peñas, descrita como “un paraíso de senderos y trialeras”.

Esta vez la ruta sería más corta pero también más técnica, así que íbamos mentalizados a reservar fuerzas en la subida para disfrutar al máximo esas trialeras en la bajada.

Dejando atrás la civilización empezamos a rodar al lado del cauce de un barranco. Ahí nos esperaban los primeros “sube y bajas” para ir calentando motores. Vamos tranquilos charlando, arreglando algún pinchazo, con la primera buena impresión de lo bien señalizada que está la ruta.



 
 
Poco a poco nos metemos en pleno barranco donde parece que la vegetación se lo come todo, salvo el estrecho senderito por el cual rodamos sin problemas. Algunas piedras ponen a prueba nuestra destreza en una suave pendiente que serpentea entre los árboles, haciendo de este camino, una verdadera delicia para la vista. El sol del mediodía vaporiza rápidamente la humedad del suelo, y empezamos a sudar como locos.

El camino se va abriendo y las cuestas se vuelven más largas y empinadas. En algún tramo las piedras sueltas nos hacen poner el pie a tierra, pero seguimos con los ánimos a tope. Pronto llegamos a un tramo más llano donde aprovechamos para reponer fuerzas.


                           

Sin demorarnos demasiado continuamos subiendo por caminos pedregosos, alguna que otra bajada (donde Pablo creyó haber visto un mechero y se lanzó a por él), hasta el pueblo de Los Molinos, donde aprovechamos para refrescarnos en la fuente y llenar la bolsa de hidratación, para seguir subiendo por la carretera hasta el pueblo de Oncis: punto más alto del track.



Como el cuerpo aguantaba decidimos aprovechar para extender la ruta haciendo una variante, siguiendo el camino por otra ruta de categoría negra (máxima dificultad). En palabras de Josean “Hay que exprimir el viaje”.





Continuando por la carretera, Josean y Antonio se quedan rezagados revisando el GPS, mientras el resto seguimos subiendo, pero tardaban mucho. Al final decido ver dónde se han quedado y los encuentro tan contentos tomando una coca-cola, vaya par!!!..  Al final hasta tiempo para saborear un polo hubo antes de volver a la carga.


El camino por la parte alta de Bajo Peñas nos resultó tan bonito como exigente. Senderos estrechos con bajaditas cortas y muchas cuestas pronunciadas, algún paso complicado y otras zonas expuestas en las que sólo algunos valientes se atrevieron a rodar. Eso si, las vistas con la Peña detrás y el bosque de pinos enfrente quitaban el hipo.



Cuando pensábamos que por fin comenzaríamos a bajar, salía otra cuesta de infarto con tierra suelta y piedrecillas que nos exigía tirar hasta con los riñones, así que cuando empezó la bajada definitiva casi no caímos en la cuenta hasta que caímos en que llevábamos un buen rato levantados del sillín.


 
La bajada fue espectacular. Al principio costó hacerse con la piedra suelta, que con los brazos tan cansados se me iba la bici para todos lados, pero en seguida nos metimos por una zona más ratonera y con menor pendiente, donde sólo había que estar atento a amortiguar bien las piedras y bajar con cuidado las zanjas.





 
 
Conforme perdíamos altura, el terreno nos sorprendía más, encontrando pasos naturales donde probar nuevas habilidades en la bici, algunos resbalones sin graves consecuencias, y como colofón la última parte en una zona de “dunas” súper divertidas.



Cuando llegamos nuevamente a la civilización, nos quedaba un tramo que remontar por carretera hacia los coches, y aunque estábamos molidos, tiramos a toda velocidad porque de pronto se nos vino la lluvia encima. Lo más gracioso fue que muy cerca del final tuvimos el último reto del día: un pinchazo!, pero más rápido que los de la Fórmula Uno con un poco de aire y mucha suerte llegamos sin problemas hasta los coches.


Al ver el reloj  nos dimos cuenta lo tarde que era. Había que volver a Madrid antes de que oscureciera, así que nos cambiamos de prisa, meter las bicis, picar algo y abrazos de despedida!... El tiempo se nos fue volando, pero lo aprovechamos de maravilla… y nos quedamos con esas ganas de regresar muy muy pronto a recorrer todos esos caminos desconocidos.


Muchas gracias a Carlota y a Pablo por acogernos con tanto cariño y compartir con nosotros la belleza de vuestra tierra. Esperamos verlos pronto, ya sea en Madrid o por el norte!!
















5 comentarios:

  1. Muy bonito leerlo para poder recordarlo mejor!

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  2. :) Me encantó leerte! Ahora sí que sí me hago a la idea de lo que vivísteis...algo espectacular! ;)

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  3. Creo que la lectura de esta crónica puede servir de antihistamínico para mi alegia al verde... Muy chula!

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  4. Es que ya te vale.....tener alergia a esto es peor que la alergia a los frutos secos que tienes..... ;-)

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